Incluso la parte interactiva que logré sacar con tiempo y años de esfuerzo, sobretodo al descubrir que el mundo le pertenecía a los extrovertidos (esto último tal vez tampoco sea tan así, pero así lo vivía), tampoco me hizo justicia. Ese tampoco era yo. O tal vez si, pero de otra manera.
¿Y quién era entonces? Bueno, eso tampoco lo se con certeza. Seguramente un enano mental o más posiblemente el fantasma de la ópera que se escondía en los sótanos del teatro. Un tipo con cierta clase de talento pero con un alto grado de represión.
Será por eso que soñaba con que ser el mejor tenista o tocar a guitarra en una banda de rock o dar la vuelta al mundo o vaya uno a saber cuantas otras cosas. Y mientras soñaba e imaginaba todas esas cosas, el tiempo pasaba inexorablemente y yo seguía siendo el mejor tenista en el cuarto de mi casa.
Definitivamente hubiera sido mucho más útil salir a la cancha y descubrir que no lo era o tirarle un beso a alguna de las chicas con las que salía y ver si me daban vuelta la cara o si había pique. Solo que me resultaba mucho más fácil mantener todo en un plano imaginario que enfrentar la realidad.
Y así se mantuvo hasta que los años me pasaron por arriba. Porque claro nadie empieza a ser tenista a los 30. Pero lo que me llama más poderosamente la atención es que muchas de las historias que no viví no se fueron. Están ahí. Son fantasmas que merodean y me acechan atormentándome aquí y allá solo porque están en mi imaginación. Si en algún momento hubieran salido del plano imaginario y los hubiera contrastado con la realidad, se habrían esfumado para siempre, para bien o para mal. Como no lo hice, siguen dando vuelta...y no está bueno.
Me podría hacer una lista infinita de cosas que quise haber hecho y que no hice. Cuentas que vienen desde el primario cuando por ejemplo no tiré mi avión de madera balsa el día de la primavera como todos mis compañeros de colegio o cuando no fui elegido para ser ball-boy de un partido de Copa Davis por el pánico que me produjo la situación.
Voy a excluir de mi lista de todas formas todos los besos que no di, porque primero no me consta que los hayan esperado y segundo porque estando casado mal podría ahora dedicarme a salir a ver si alguna habría querido ser mi novia. Pero con eso afuera, tengo igual una banda de cosas que me hubiera gustado hacer y que no hice. Fantasmas que me perseguirán por el resto de mi vida y que me recordarán por siempre que no hay nada peor que no vivir lo que tenemos que vivir.
Al menos hoy tuve la suerte de asistir a una clínica de tenis con Jaite y hasta me dí el lujo de jugarle un par de puntos. Queda así saldada la cuenta que tenía cuando a los 10 también había sido invitado a jugarle en el court central del lawn tennis y me fugué por la puerta del costado. Y Si alguna vez la veo a Pink en la calle y tengo una guitarra a mano le voy a pedir que cante esta canción conmigo.
Algunas otras cosas, lamentablemente no las voy a poder vivir, porque lo que no se vive en el momento que corresponde, mejor no vivirlo nunca. Nada peor que el vino hecho vinagre.
Y hasta ese momento, continuaré encerrado en mi casa comiendo mi postre favorito: una buena porción de batata y queso contribuye a mi autoestima y salud mental. Lo mismo que este blog.
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