viernes, 29 de marzo de 2013

Un postre muy vigilante...

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¿Cuánto falta para que los supermercados sean operados directamente por el gobierno? Y cuanto para que en las góndolas de los súper en vez de las marcas que conocemos, se ofrezcan otras como queso blanco Moreno o  Shampoo CFK? Cada vez menos.
En un nuevo y desquiciado intento por controlar la inflación el gobierno decide crear una nueva tarjeta de crédito para las compras en los supermercados. Parte del argumento es que las tarjetas cobran una comisión muy alta cercana al 3% por cada transacción.
La verdad es que el aumento de la canasta fue muy superior al 20% y que la única forma que tuvimos de protegernos de los aumentos fue comprando en el súper que tenía promoción con nuestra tarjeta.  No vamos a ser ingenuos tampoco: si nos dieron un 10% de descuento será porque subieron más que eso. Y el que terminó pagando el aumento fue justamente en que no tenía el plástico.
Ahora suponer que otorgar un plástico para todos con una tasa de interés ficticia soluciona el problema de fondo es engañarse. Todos sabemos que la causa de la inflación no la tienen las tarjetas de crédito, ni los dueños de los supermercados ni los productores. Tiene seguramente más que ver con el deficit de la caja pública y la impresión desmedida de billetes sin respaldo. 
Pero este gobierno solamente sabe  hacer una cosa: intervenir y destruir mercados, reemplazando la iniciativa privada por la inversión estatal. Empezaron por las tarjetas, seguirán por la administración de los supermercados y terminarán lanzando productos con marKa propia.
Y como muestra solo hace falta un botón. Pongamos el ojo en el mercado de las aerolíneas. Sin defender la gestión privada, el gobierno en vez de buscar a otro prestador decidió tomar el control total de la compañía. Tuve la mala fortuna de tener que viajar en la nueva aerolínea para todos los argentinos. Pero ese momento espantoso lo voy a dejar para un próximo posteo.
Lo único que les digo es lo siguiente: ni se les ocurra lanzar una lata de dulce de batata con la cara de él y un queso fresco con la cara de ella. Aunque en el fondo no sería una mala idea: siempre fue una pareja bastante vigilante. 
Por si las dudas voy a llenar mi heladera de un buen cremón y acopiar latas de mi dulce preferido. No vaya a ser que a algún iluminado se le prenda la lamparita y mi profecía se haga realidad.

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