¿Cuánto
falta para que los supermercados sean operados directamente por el gobierno? Y
cuanto para que en las góndolas de los súper en vez de las marcas que
conocemos, se ofrezcan otras como queso blanco Moreno o Shampoo CFK? Cada vez menos.
En un
nuevo y desquiciado intento por controlar la inflación el gobierno decide crear
una nueva tarjeta de crédito para las compras en los supermercados. Parte del
argumento es que las tarjetas cobran una comisión muy alta cercana al 3% por
cada transacción.
La
verdad es que el aumento de la canasta fue muy superior al 20% y que la única
forma que tuvimos de protegernos de los aumentos fue comprando en el súper que
tenía promoción con nuestra tarjeta.
No vamos a ser ingenuos tampoco: si nos dieron un 10% de descuento será
porque subieron más que eso. Y el que terminó pagando el aumento fue justamente
en que no tenía el plástico.
Ahora
suponer que otorgar un plástico para todos con una tasa de interés ficticia
soluciona el problema de fondo es engañarse. Todos sabemos que la causa de la
inflación no la tienen las tarjetas de crédito, ni los dueños de los
supermercados ni los productores. Tiene seguramente más que ver con el deficit de la caja pública y la impresión desmedida de billetes sin respaldo.
Pero
este gobierno solamente sabe hacer
una cosa: intervenir y destruir mercados, reemplazando la iniciativa privada por la inversión estatal. Empezaron por las tarjetas, seguirán
por la administración de los supermercados y terminarán lanzando productos con
marKa propia.
Y como
muestra solo hace falta un botón. Pongamos el ojo en el mercado de las
aerolíneas. Sin defender la gestión privada, el gobierno en vez de buscar a
otro prestador decidió tomar el control total de la compañía. Tuve la mala
fortuna de tener que viajar en la nueva aerolínea para todos los argentinos. Pero
ese momento espantoso lo voy a dejar para un próximo posteo.
Lo único
que les digo es lo siguiente: ni se les ocurra lanzar una lata de dulce de
batata con la cara de él y un queso fresco con la cara de ella. Aunque en el
fondo no sería una mala idea: siempre fue una pareja bastante vigilante.
Por si
las dudas voy a llenar mi heladera de un buen cremón y acopiar latas de mi
dulce preferido. No vaya a ser que a algún iluminado se le prenda la lamparita
y mi profecía se haga realidad.

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