jueves, 18 de septiembre de 2014

De revoluciones y otras monedas

Con el paso de los años, voy notando que me estoy volviendo cada día un poquito más reaccionario. Nada me deja conforme y todo me parece mal-

Lo mío no tiene tanto que ver con una temprana vejez sino más bien con una adolescencia tardía que aflora por cualquier lado y por muchos lugares al mismo tiempo.

Y no debería extrañarle a nadie que yo tenga hoy una postura antisistema. En el fondo no es otra cosa que el resultado justamente del sistema. Sucede que el sistema no son ya las grandes corporaciones o el cuarto poder. Hoy el sistema son ellos, los revolucionarios que luchaban hace 40 años para derrocar al sistema.

Y si ellos son el sistema, ahora nosotros, los que éramos antes el sistema y el status quo, somos los guerrilleros. ¿O en qué manual dice que los guerrilleros son todos marxistas y leninistas? Esos eran los guerrilleros de antes, los que peleaban contra el sistema. Los inconformistas de ahora, los que queremos terminar con el sistema, leemos a Adam Smith. y nuestro ídolo no es más el Che, sino Warren Buffett. 

¿Porqué habría de alegrarme si la Carlotto encontró a su nieto? Sin ir más lejos, ¿alguno vio a los guerrilleros de antes celebrar cuando la Coca Cola reportaba su balance de ganancias? Seguro que no, porque eso justamente era lo que mandaba el sistema. Hoy el sistema indica que un nieto recuperado es una alegría para la sociedad, solo porque ellos son la sociedad. Y yo no tengo motivo alguno para celebrar nada.

El problema es que para mantenerse afuera del sistema, no solo hay que tener pelotas; también hay que tener dinero. Y por sobre todas las cosas monedas. Esas que se dejaron de acuñar cuando ellos empezaron a contar los billetes grandes y no las necesitaron más. No las necesitan porque se pasean en sus autos importados, viajan a New York en primera en Aerolíneas Argentinas y jamás se van a tomar un Bondi. Así de revolucionarios son.

En cambió yo, que soy tan reaccionario que me negué a comprarme la SUBE, necesito $6 en monedas para poder tomar un mísero colectivo que me lleve a Metrogas a reclamar por el costo del gas importado. Cipayo si, vende patria también, bobo todavía no. Que el gas importado lo paguen los guerrilleros de antaño que festejan la soberanía energética.

Lo de la no usar la SUBE, en todo caso, tiene algo de romántico y bohemio. aunque debo confesar que, cuatro bancos y media hora después aún sin monedas, terminan con cualquier atisbo revolucionario.

No fue sino en la cola del Subway, cadena buitre si las hay, dónde finalmente me pude hacer de mis 6 monedas, gracias a otra agente revolucionaria, seguramente gorila y pariente de Griesa. No se entendería sino que me haya dado 6 monedas de $1 por 3 billetes azules desteñidos de $2.  


Hasta que llegue la revolución entonces camaradas. Yo me voy a mi casa a comer una porción de mi postre favorito: una buena porción de dulce de batata y queso. Y sin chispas de chocolate ni nada de eso. No necesitamos esa revolución…

lunes, 23 de junio de 2014

El traje del emperador

En mi posteo anterior, contaba de mi fascinación por la literatura infantil. Fui un lector voraz de niño, cuando supe tener tiempo para leer. Hoy la tecnología y la velocidad de la vida misma me alejan un poco de la literatura, aunque cuando encuentro un buen libro que me atrapa no puedo parar de leerlo.

Pero volviendo a mi afición infantil, uno de los cuentos que más me gustaba era el del rey desnudo, aquel en el que el sastre vivo le vendía una tela invisible cobrando por ello como si fuera la mejor seda del mundo. Y me gustaba porque tenía por un lado la victoria épica del pobre sobre el rico pero más que nada porque me llamaba mucho la atención que nadie le pudiese decir al rey que estaba desnudo.

Tan solo un niño, que era claramente con quién yo me identificaba, fue capaz de decirle al rey que estaba desnudo mientras todos los demás le mandaban callar porque desnudo o no, el rey era el rey y poco importaba ya más nada.

Desde este espacio, siempre me apunté en la misma dirección: esto nunca fue un modelo, el crecimiento a tasas chinas no existió y lo único que realmente tenemos es un grupo de acomodados que jamás le pudo decir a la reina lo que ya todos sabíamos: estaba desnuda. Estamos desnudos en realidad.

Bien podría quedarme entonces celebrando que al final yo tenía razón y que todos los que me mandaron callar citando cifras inventadas para convalidar la autosatisfacción de los mediocres no pueden ahora levantar la mirada.  Es sin embargo una victoría muy corta, porque hundir nos hundiremos todos, los que dijimos que el rey estaba desnudo y los que optaron por callar a cambio de alguna migaja o hasta un buen pedazo de pan.

Solo resta esperar que esos mismos que hasta ahora venían negando lo evidente tengan la capacidad de recapacitar y acordar una salida elegante. Alguno tiene que decirle a la reina lo que ya todos sabemos.

No deja de ser curioso sin embargo que este gobierno tan afín a relatar la realidad y ajustar las reglas a su conveniencia encuentre su talón de aqulles en un juzgado de primera instancia de la ciudad de Nueva York. Ni Dante lo pudo haber pensado mejor.

Ahora si me disculpan, voy a aprovechar a ir al supermercado por un pedazo de Dulce de Batata y queso. Si me preguntan a mi, cambien sus monedas por bienes a la brevedad posible. La reina está desnuda y nadie se lo quiere decir...



domingo, 8 de junio de 2014

Recordando el pasado para entender el presente

De regreso a la literatura chatarra, después de todo de esto se trata este blog, me vuelvo introspectivo casi psicoanalítico. Es el resultado de una visita al colegio donde di mis primeros pasos y en el que aprendí las primeras reglas de la vida.

Son justamente esas reglas y en muchos casos la ausencia de las mismas, las que sentaron las bases de mi integración social. Debería empezar en todo caso por explicar que toda la literatura infantil a la que tenía acceso estaba basada en historias de colegios ingleses pupilos e institutrices.

Era ese entonces el modelo en el que me reflejaba y no será difícil entonces comprender lo que puede sufrir un niño que se sueña en Inglaterra y se la pasa mirando a Europa al tratar de coexistir en un colegio local en los albores de la democracia. Decir duro es poco.

Yo más bien había desarrollado mi propio standard acerca de lo que estaba bien y lo que estaba mal y me manejaba conforme a esas reglas en una sociedad que premiaba otras cosas, casi opuestas a mi deber ser.

Así las cosas, me la pasé padeciendo, esperando que un día el búho de Harry Potter golpeara a mi ventana y me llevará allá a donde yo pertenecía. Y es justo ese punto el que creo pude terminar de entender en esta visita al colegio.

Connie comentó que un día, justo en el pasillo de la clase de sexto grado, una profesora la felicitó por ser una buena alumna y le regaló algo. A ese comentario, Mechi replicó: "eso a mi nunca me pasó" a lo que rápido de reflejos, pude preguntar: "que cosa nunca te pasó?". La respuesta fue precisa: "que alguien me felicite por haber hecho las cosas bien".

Ese solo comentario me retrotrajo directamente a mi  maestra de tercero. A la salida de un recreo y por haber formado correctamente y ser un muy buen alumno, la Srta. Raquel me obsequió un pilón de figuritas "Chapitas", que eran la moneda de cambio de la época. El origen de esas figuritas no podía ser más oscuro: se las había quitado a todos los que en clase se habían portado mal.

Definitivamente ese regalo me hizo sentir muy bien, porque claro, iba en la dirección de mi escala de valores totalmente meritocrática y por supuesto hizo sentir bastante mal a los que les habían quitado las figuritas que veían con rencor como algo que antes les pertenecía ahora estaba en las manos de otra persona que solamente se había portado bien. Varios me lo hicieron saber de diversas maneras.

Es justamente en este punto donde hago la conexión con lo que me sucede ahora con el Kirchenrismo. Sigo esperando al mismo búho que me traiga mi invitación para salir de este fango, mientras sufro observando como el gobierno me saca lo que me pertenece (o en todo caso me pertenecería en una sociedad meritocrática) para distribuirlo malamente entre un grupo de incapaces.

Aclaro igual una cosa: la maestra le sacó a unos para darle a otro y no para repartirlo entre sus hijos o sobrinos. En el fondo una cosa es menos injusta que la otra. Es una función del gobierno la de tratar de distribuir mejor para que todos tengan, incluso si se les quita a los que tenían. No es precisamente lo que sucede acá, donde no solo no hay meritocracia alguna, sino que además los bienes se reparten entre un grupito de amigos que viven bien a costa de los demás, incluso de los que nada tienen.

Pero si querés te lo pongo así: me molesta definitivamente que la moneda no caiga de mi lado y siendo que soy un meritocrático con una escala de valores rígidos, no puedo relajarme para pertenecer al grupo de los que se benefician solo por aplaudir.

Y todo esto es la conclusión de una visita al colegio del que me despedí hace más de 25 años, porque terminé mis días de estudiante para bien de mi salud mental, en otro en el que al menos mis valores estaban más alineados con los de la institución.

Suficiente sicoanálisis por hoy. Necesito urgente una porción de mi postre favorito: una buena tajada de batata y queso. El postre favorito de los que somos vigilantes...y seguramente el que comían Percy y Henry en los orfanatos de Inglaterra.








lunes, 24 de marzo de 2014

24 de Marzo, el día del Plastipollo.

Hace un par de meses un gran amigo me relató que acababa de leer un libro sobre los alimentos actuales y acerca de cómo, en la opinión de la autora, nos estábamos alimentando a base de hormonas y esteroides.

Según esta investigación, lo que estamos consumiendo no son más pollos, vacas o peces, sino una serie de clones de los mismos, criados en forma industrial para que las empresas productoras aumenten su rentabilidad.

Algo de esto ya lo había discutido hace 20 años en una clase de filosofía, donde se me intento introducir la idea de que las cosas no son sino una representación de la realidad en la cuál convenimos todos  los normales. Así por ejemplo, la mesa desde la que escribo estás líneas es una mesa solo porque todos entendemos el concepto mesa. Sin ese entendimiento, la mesa no sería nada.

Para alguien tan concreto como quién suscribe estas líneas, toda aquella abstracción no es sino una pérdida de tiempo. No me permito dudar sobre ciertas cosas: son en tanto y en cuanto las percibo con mis sentidos. Es decir, me valgo de mis sentidos para permitirme separar objetos reales de imaginarios.

Puesto a pensar ahora en un pollo, la cosa se me hace más difícil. Porque el pollo está allí, lo veo y hasta cacarea como el mismo gallo que estaba en el campo donde pasé buena parte de mi infancia. Si a raíz de las vacunas, las hormonas y los alimentos balanceados el interior del mismo hace que ya no sea sino un nuevo animal al que todos convinimos en llamar pollo no me alcanzarían mis sentidos para distinguirlo. Tal vez en el sabor, pero aún ahí seguramente alguien le ponga sabor a pollo antiguo para engañar mi paladar, de forma que el nuevo plastipollo sea igual al pollo de mi niñez.

Así las cosas, hay que cerrar los ojos y aceptar que sigue siendo un pollo o morir en la negación y empezar a consumir solamente aquellas cosas de las que podemos dar cuenta de su origen. Muy romántico y demasiado utópico aunque el sueño de retirarme a una granja y vivir solamente de lo que allí produzca me sigue resultando altamente atractivo.

Con este 24 de Marzo me pasa algo parecido. No es un día de la memoria sino una parodia porque solo se recuerda una parte completamente editada de la realidad. Podemos cerrar los ojos y pensar que tenemos la democracia con la que siempre soñamos ignorando el altísimo costo que se paga por ello o podemos abrirlos y demandar que realmente nos den los que nos tienen que dar: un estado de derecho real en el que haya justicia, igualdad ante la ley y castigo para los verdaderos culpables.

Seguir viviendo con los ojos cerrados, permitiendo que un grupo de poder de dudosa constitución juzgue a unos e indemnice a otros, transformando en víctimas a victimarios, no nos va a permitir nunca disfrutar de una verdadera democracia. Y para cosas falsas que parodian la realidad, ya tenemos los pollos, los peces y las vacas.

Solo espero que reflexionemos y podamos entender que sin justicia no hay república. Y sin república, no hay nada. Ni siquiera en el caso en el que todos nos pongamos de acuerdo y convengamos que si se llama república a un estado sin justicia.

Hasta ese momento, los espero disfrutando de una porción de mi postre favorito: un buen pedazo de queso fresco de granja y dulce de batata casero. Para imitaciones, tengo el barrio chino a pocas cuadras de mi casa.

miércoles, 19 de febrero de 2014

#FelizCumpleCFK

Hoy cumplió años #Ella, la reina de todos y todas y me puse a pensar que le podía llegar a regalar para ser original y conseguir muchos retweets y todas esas cosas que nos encantan a los nerds. Pero nada…estuve horas y horas y aseguro que no pude encontrar nada.

Es que la reina ya lo tiene todo. Y cuando digo todo, es TODO, absolutamente todo. Se llevó la torta, las velitas y hasta la cajita de fósforos.  Las mujeres suelen ser complicadas y no soy un experto, pero este es un caso muy especial.

Igual para que vean que hice el esfuerzo, dejo mi lista de regalos posibles, por si a alguno le interesa. Yo que se, tal vez a Boudou que anda necesitando de favores.

- Un pelo de la barba de Fidel. Digo, fotos ya tiene, pero un pelo de la barba suena a reliquia no? Igual como que no creo que lo pueda conseguir, porque ni loco viajo a la isla y si voy, seguro que no quiero ver a Fidel. Next…

- Una visita del espíritu de Chavez. Yo que se, tal vez haciendo algo de espiritismo puedo llegar a conseguir algún tipo de conexión y pedirle que se le aparezca. Maduro ya lo vio. Igual en este caso también se me complica, porque andá a saber cuantas sesiones tengo que hacer para llegar al contacto Y además si lo encuentro y se lo mando, lo va a ver todo quemado por el fuego del infierno y se va a asustar. Sobre todo si le dice que juega al truco todos los días con #EL. Mejor no…

- El premio Nobel de la paz. Ese estaría bueno y se que es un regalo que le encantaría. Si se lo dieron a Obama que se la pasa quemando gente en Afganistan, seguro que tenemos chances. El problema es que si sigue apoyando a Maduro que está más quemado que el espíritu de Chavez, me quedo sin argumentos viste? También lo defendió al de Siria y hasta al de Iran…no lo veo.

- Un juzgado en un pueblito para que pueda redactar todas las cautelares que se te ocurran. Ya nos contó que esa idea le encanta. Acá de vuelta tengo un pequeño escollo: para ser juez, hay que ser primero abogado. Si nos muestra por cadena nacional una copia de su título me encargo. No que no te crea, eh? Solo que con tanto abogado trucho dando vueltas, uno ya desconfía del más pintado.

- Un pingüino. Este me pareció súper original y seguro que le encanta. Estaba a punto de encargar uno llamando a la base marambio de la Antártida hasta que me acordé de la ola de calor y los cortes de luz. No se como está la cosa en la quinta de Olivos, pero mejor no. Lo último que queremos es que vea otro pingüino muerto y se vuelva a vestir de negro.

- Los Google Glasses, esos que te permiten ver la realidad de una manera distinta o ver un video mientras charlas con alguien. Me parecía súper hasta que noté que ya tiene. Eso de ver la realidad distinta ya lo tiene incorporado. Para mi que cuando le abrieron el bocho se los encajaron directamente detrás de los ojos y entonces ve que Maduro es democrático, que los estudiantes son golpistas o que la merluza sigue saliendo $14. No necesita nada de Google y tampoco creo que lo pueda pronunciar.

Ya llegado este punto me resigné y fui por una porción de mi postre favorito: una buena ración de batata y queso. No tengo sapos en la barriga: si le gusta, la convido. #FelizCumpleCFK